Wednesday, June 21, 2006

La Sinvivencia I

Los Autoinvitados

Hay algo que vive en mis paredes. Calculo que son más de cuatro y menos de veinte. Puede que tengan patas y quizás alas y mastican algo (¿Mis paredes?) El tamaño debe ser de una lagartija pequeña, aunque claro, guiándose sólo por el sonido, eso siempre es muy difícil de apreciar.

Cuando apago la luz puedo oír como se mueven, se movilizan, haciendo formaciones detrás de mi cabecero. Cada noche tengo que mirar por debajo de la cama. Por supuesto no se ve nada. Pero tengo que asegurarme. Con los ojos cerrados cuesta no imaginarme lo que puede ser. Creo que se acercan. Hace calor y dormiría desnuda pero la idea de un ejército de bichos marchando sobre mi piel y metiéndome antenas obliga taparme. 30 grados y yo durmiendo envuelta como una momia.

Justo cuando siento como el sueño está empezando a envolver mi conciencia vuelven a moverse. Cada vez con más frenesí. ¿Qué es lo que hacen? ¿No será un nido? Di la palabra nido de pajaritos a una persona y seguro que piensa en palabras como “tierno” y “dulce” ¿Pero nido de insectos? Lombrices, huevos transparentes, gusanos blancos retorciéndose ¡Para!

Ahora estoy plenamente despierta. Tengo que encender la luz. Mis paredes, creo que se están acercando. El sonido se mete dentro y cada vez más dentro de mi oídos. Es una sinfonía de crujidos y rasgados. Intento pensar en otra cosa. Pero no hay nada en todo el mundo que no acaba por transformarse en algo con 6 patas y 8 ojos. Intento relativizar: Pienso en Nicole Kidman, en aquella película cuando hacia de reclusa en Thailandia y tenía que dormir con cucarachas y ratas husmeándola los morros (¡¿y si son ratas?!) Intento Disneyficarlos poniéndoles sombreros y zapatos y hacerlos simpáticos pero nada que haga ese ruido puede ser simpático. Pienso que si estuviera en África sería realmente desagradable porque podría ser venenoso. Pero entonces me acuerdo de una araña cabrón de Alpujarra que al morderme la pierna me concedió el primer premio en el ambulatorio: Una inyección clavada en mi nalga derecha (se me durmió la pierna entera) y sucedió tan sólo media hora de aquí. Así un tanto preocupada empiezo a pensar que si además de molestos y asquerosos podrían tener gusto por la carne humana, aunque sea a bocaditos.

Aaaah! ¡Es absurdo! Duérmete ya… Son las dos de la noche. Tercera noche sin dormir. Cierro los ojos y no sé como pero como por gracia divina el agotamiento vence a mis nervios y el sueño me conquista. Cuando me despierto a las ocho de la mañana mis invitados todavía siguen allí. Moviéndose menos, pero moviéndose. Como si estuvieran en vigila. Me levanto con la sensación de que pronto, muy pronto, vamos a conocernos mejor.

A ser continuada.

(Dedicado a Maribel, mi compañera de piso y sufrimiento. Que está noche no nos muerdan los chinches :)

3 comments:

Anonymous said...

La madre del cordero!...

Vaya, yo que menospreciaba la fauna silvestre de este pais!

Prueba la empatía... son buenos seres al fin y al cabo. Hemos convivido con ellos durante una eternidad. Para los tres días que estamos vivos, podríamos incluso besarlos!

Aoife said...

Jajaj. ¡¡¿Son buenos seres?!! Si nisiquiera sé lo que son (aunque una última hipótesis sugiere que podrían ser murciélagos)pero estoy absolutamente segura de que si viera uno(¡dios no lo quiera!) no lo besaría.

Anonymous said...

Cuidado con Dios, que como los murciélagos, chupa la sangre de los necesitados...